viernes, 23 de mayo de 2008

Cuando yo era chama...

Cuando yo era chama me encantaba ver la serie animada Pokemon, todos los días a las siete de la noche me sentaba frente al televisor y disfrutaba de su trama, de las peleas y del valor de la amistad que ahí se hacía presente.
Cuando yo era chama me encantaba jugar a la peluquera, peinaba a mis primas y a mi tías, no lo hacia muy bien; ¡pero como me divertía!. Mientras hacía mis labores de esteticista me tomaba una malta que recuerdo compraba en 100 bolívares y cuando mi mamá estaba de buenas me daba 20 Bolívares más para una galleta “Sorbetico”.
Cuando yo era chama en ocasiones me obligaban a ponerme unos vestidos horribles, largos y calurosos que me causaban piquiña pero según mi familia me hacían ver linda y tierna, debía acompañarlos con unos zapatos negros brillantes y unas fastidiosas medias panty con el dibujo de “Minnie Mouse”. Y por si fuera poco además debía utilizar  medias cortas con unos lazos grandes y encajes.
Cuando yo era chama las navidades eran la mejor época del año, yo era la consentida y mis tíos me daban regalos, unos más grandes que otros; pero todos divertidos y bonitos. La noche del 24 de diciembre aguantaba mucha hambre pues no me gustaban las hallacas por tanto aliño que tenían, el pan de jamón tenía esas horribles aceitunas y las ensaladas los vegetales que tanto odiaba.
Cuando yo era chama me gustaba pasar el tiempo con mi abuela paterna, quien me contaba historias de cuando mi papá y mis tíos eran pequeñitos. Me gustaba mecerme en el columpio que fue hecho exclusivamente para mí, pasaba ahí horas enteras, me resultaba muy entretenido. Cuando yo fui chama fui muy feliz pues me divertí y aprendí bastante.

Soy un zapato

Luego de una noche fría metido en un closet, apilado junto a los demás compañeros esperaba ansioso a que fueran las siete y media de la mañana, quería saber si yo sería el elegido para ese día.
Son las siete y veinte ¡Bingo! Mi dueña se ha despertado temprano, luego que oigo como se levanta y se ducha llega el momento de la verdad, abre el closet y mira que ropa ponerse. Si escoge la blusa azul de encaje seguro que hoy me elige a mí.
Perdí toda esperanza de ser usado cuando se puso la blusa color café; pero ¡Oh, Sorpresa!, me escogió a mí, ¡Un momento! ¿Qué pasa?, ¡Por Dios! Mi compañero derecho no aparece, ¿Dónde estará ese tonto?, ¡Qué alivio, apareció! Me introducen el pie, ¡Que frío esta! Y ahora preparado para un día de trabajo.
Tacón, punta; tacón, punta; ¡Que bien hago mi trabajo! Mi dueña ha llegado a su sitio de labores, ahora me toca quedarme quieto y lucir bonito.
Son la diez y media de la mañana y ¡Ay no! Llego la rubia Lucía, mis compañeros me han dicho que ella siempre nos quiere probar para ver como le lucimos. ¡Ahí voy! Mi dueña me saca de su pie y ¡Oh por Dios! ¡Que pies tan feos tiene Lucía! Me prueba y no es por criticar pero huelen mal. Volví al pie de mi dueña, ¡Que alivio!
Son las seis de la tarde y es hora de volver a casa, tacón, punta; tacón, punta; ¡Conchale vale! ¿Te tenías que meter por un charco? Me moje todito, menos mal que ya vamos a llegar.
Tacón, punta; tacón, punta; ¡Cuidado, cuidado, un chicle! ¡Pero bueno niña! ¿No te lo advertí? Ahora me va a costar más hacer mi trabajo pues me quedo pegado al suelo.

¡Al fin llegamos a la casa! Me quitaron del pie y me pusieron nuevamente en el closet, ahora a descansar y a esperar de nuevo que sean las siete y media de la mañana para ver si me eligen.