miércoles, 28 de octubre de 2015

Carmen y los fantasmas

En el municipio San Rafael de Carvajal vive una joven de veintitantos años llamada Carmen. En apariencia es una mujer como cualquier otra, pero la verdad es que tiene un talento especial: puede ver espíritus.
Todo comenzó cuando Carmen era apenas un bebé. Su mamá cuenta que con frecuencia se reía mirando a las paredes o el techo y a veces lloraba sin razón alguna.
“Siempre recuerdo que cuando ella tenía 6 años fuimos al velorio de una vecina y ella se me acercó y me dijo: Mami la señora que estaba dormida en la caja se levantó y empezó a mirar a todo el mundo”, confiesa la mamá de Carmen.
Por su parte, Carmen asegura no sentir miedo cuando ve a un fantasma. “No todo el tiempo los veo, es a veces, he ido a muchos velorios y cementerios y no he visto nada. Me da cierto sustico es cuando los veo vestidos de negro, porque dicen que esos son espíritus malos en busca de almas”.
“Una de las cosas que siempre recuerdo en cuando hace años estaban operando a mi hermano de emergencia porque se había caído. Yo estaba muy asustada y de repente vi la figura de un hombre vestido de blanco. Yo sentí que se me caía el mundo porque pensé que era mi hermano que se había muerto, pero resulta que no. Todo salió bien gracias a Dios. Yo supongo que vi fue al ángel que lo estaba cuidando”.

Carmen afirma que no le cuenta a todas las personas las cosas que ve, “muchos me han dicho mentirosa, otros son tan falta de respeto que me dicen bruja. Y yo soy una persona creyente en Dios, cuando veo a un muerto lo que hago es rezar por su descanso eterno”.

jueves, 22 de octubre de 2015

El enviado del Diablo


Algunos le dicen mandingas, el demonio, Lucifer, otros en señal de temor prefieren no nombrarlo. Estamos hablando del Diablo, un ser sobrenatural, maligno, adversario de Dios y tentador de los hombres.
Una abuela trujillana nos contó la historia de un acontecimiento que le ocurrió hace unos 35 o 38 años, cuando vivía en una zona céntrica de Valera con su familia:
“Yo vivía en los alrededores de donde hoy está el Hospital de Valera. Vivía con mis 4 hijos solteros porque en esa época solo el mayor se había casado y tenía una hija. Yo me quedaba todos los días con mi nieta y me acuerdo cuando un día un hombre muy alto vestido todo de blanco tocó la reja de la casa”.
“En esos tiempos todo era más seguro y uno le abría la puerta a cualquiera. El hombre me ofreció unas lochas si le guardaba un saco, la única condición era que pasara lo que pasara yo no debía ver el contenido del bojote. El hombre puso el saco en el cuarto y se fue”, cuenta la señora.
“Todo el día yo sentí como un frío en toda la casa y mi nieta no dejaba de llorar. Me empezó a dar miedo lo del saco y no aguanté y lo revisé. Se me pararon todos los pelos cuando vi que lo que había era un poco de huesos de gente. De una vez corrí, agarré el rosario y empecé a rezar”.
“Como a las tres de la tarde llegó el hombre, yo le abrí como si nada y él me miró y me dijo: Usted faltó a su compromiso y miró lo que había en el saco, yo venía a matarla a usted por eso, pero no puedo porque tiene a la niña cargada y un rosario en la mano”.
“Ese tipo era un enviado del que te conté (el Diablo), desde ese día me volví más creyente que nunca y todos los días rezo el rosario”, finaliza la abuela.


Los velorios y la noche

En el estado Trujillo, especialmente en las zonas rurales, se realiza todo un ritual para velar a los difuntos. La historia de esta semana trata sobre las consecuencias que puede tener irrespetar estos rituales de despedida de los seres queridos.
El artista popular Salvador Valero contaba que en un sector llamado Jirajara, en el municipio Escuque, una vez estaban velando a un señor y ya en la noche llegó un hombre borracho a rezar, quien al cabo de un rato dijo que se iba para su casa.
“Algunos del velorio le dijeron que no se fuera, que mirara que cuando se está velando a un difunto era muy malo abandonar el velorio; que se podía ir cuando empezara a rayar el día, porque a las ánimas no les agradaba que los que acompañaban al cuerpo se retiraran pronto”, relataba Valero.
El borracho ignoró la advertencia y se fue. “Había pasado un rato de la partida del hombre cuando los que rezaban oyeron unos alarmantes gritos en mitad del cafetal. Algunos hombres se dispusieron a ir a ver qué le había pasado al hombre. Salieron alumbrándose con velas dentro de los faroles, llegaron al pie de un enorme bucare donde encontraron al borracho tendido como si estuviera muerto”.
“Lo recogieron y se lo llevaron para la casa donde había el velorio, y a fuerza de fricciones y de darle a oler cosas espirituosas lo hicieron volver en sí. Entonces el hombre pudo hablar y les contó: él iba tranquilo cuando al pasar cerca del bucare había visto a un hombre parado en mangas de camisa con la espalda hacia él y que él se le fue con el garrote levantado diciéndole: De parte de Dios, diga si es vivo o muerto”.
“Entonces el hombre volteó y encarándose con él le dijo: Yo soy el que usted dejó allá, dentro de una urna y que por un capricho no quiso acompañarme esta noche. Cuando el hombre le dijo eso, él cayó al suelo con un frío muy grande y no supo más de él. Después, decían que este hombre jamás abandonó velorio a donde iba”, finalizaba Salvador Valero su historia.

Así que recomendamos ser muy respetuosos al momento de ir a un velorio, no vaya a ser que le toque un ánima con mal carácter y se lleve un susto. 

Brujas: En Trujillo de que vuelan, vuelan

Continuando con la preservación de la cultura oral trujillana, en esta edición escribiremos algunas historias que tratan sobre las leyendas de Brujas, a estos  personajes femeninos se les atribuyen poderes malignos de encantamientos. Algunos dicen que son mujeres con apariencia corriente, otros afirman que tienen rasgos propios de animales como los perros, gatos, caballos y cerdos.
La señora Ana Molina, quien vive en el municipio San Rafael de Carvajal, cuenta: “Yo tenía como 10 años, como 10, 11 años, y el dueño de la finca donde yo vivía tenía caballos. Y esos caballos de noche eso era corriendo y corriendo. Y uno se asomaba afuera, y uno no veía los caballos, pero el alboroto de las gallinas y los perros eso era toda la noche. Y uno salía pa´ fuera y todo en calma, tanto los perros como las gallinas. Uno durmiendo y el alboroto de esas gallinas cantando y uno salía pa fuera, ¡pero uno sólo no! Acompañado de dos o tres, y todo quieto, todos los animales durmiendo. Y al otro día amanecía y estaban todos los caballos ensopaitos y el pelo ese que les cae a ellos de lado, bueno eso era lleno de clinejas que uno no las podía quitar ni pa´lante ni pa´tras, uno no podía desenredar eso, lo raro era que en la tarde ya no tenían nada. Eso decían que era una bruja, y que ella misma los enredaba y los desenredaba”.
Por su parte, el señor Pedro José, quien tiene 71 años de edad y ha vivido desde que nació en el municipio Trujillo, narra: “Mi compadre Venancio tenía antes una casa en Motatán, ¡Ay eso madre casa!, uno iba y había un madre árbol que echaba fresquito con las hojas. Bueno, un día mi compadre Venancio de noche oyó un ruido ¡Saass! Y cuando se asomó era una bruja, eso y que era una bicha muy fea, tenía la cara de caballo. Y bueno la bruja le hacía puras clinejitas en el pelo y él ni se daba cuenta y hubo una noche que le hizo clinejas junto al pelo de la mujer de él. En la mañana estaban los dos pegaos por la cabeza, la mujer se tuvo que trozar el pelo. Si, así fue”.

Estos relatos contienen solo dos versiones de las creencias del pueblo trujillano, hay algunos que no creen que las brujas existan, otros aseguran haberlas visto en acción y unos pocos se limitan a decir: “de que vuelan, vuelan”.