miércoles, 18 de noviembre de 2015

La casa encantada de Sabaneta



Quienes circulan con sus vehículos por la vía a Sabaneta, en el municipio Trujillo, miran con recelo, temor y curiosidad una casa en apariencia abandonada, porque hay quienes dicen que tiene habitantes del más allá.
La joven trujillana Vanessa Rangel relata que según le han contado, hace muchos años en esa edificación vivía una familia. “Eran unos hacendados o algo así, tenían muchos terrenos supuestamente. Al parecer todos querían vender la propiedad excepto una persona. El tiempo pasó y todos murieron, pero misteriosamente nadie puede habitar ese lugar después de eso”.
“Dicen que ahí sale una mujer, es preferible no pasar después de las once de la noche por esa carretera porque puede que el carro se te apague cuando pases por esa casa. Y si tú ves que sale una mujer por la puerta ¡Ni la mires! Ella se sienta en una piedra y hasta que no se va, el carro no te vuelve a prender. Y si tú te burlas y la miras ella se mete al carro a espantarte”, cuenta Rangel.
Por su parte, Miguel Andrade asegura haber pasado en varias ocasiones por el lugar y ver luces encendidas. De hecho, afirma que él ha detenido su vehículo cerca de la casa para bromear con sus acompañantes.
Así que están advertidos quienes transitan por esa carretera. Se recomienda hacer lo que aplican la mayoría de los trujillanos en esos casos: encomendarse a Dios y a la Virgen.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Una visita inesperada

“Recuerdo como si fuera ayer la noche del 10 de octubre de 1998, la experiencia que tuve en esa fecha cambió totalmente mi forma de ser y pensar”, cuenta Gleyda, una mujer que ha vivido desde su nacimiento en el municipio Valera.
“Cuando yo era adolescente vivía con mi familia cerro arriba. Todo era muy tranquilo, pero para nuestra mala suerte el hijo de la vecina andaba en malos pasos, el muchacho consumía y olía cosas raras y a veces robaba por ahí. Cuando uno pasaba cerca de él se podía sentir el olor a droga”, relata Gleyda.
“Un día, no recuerdo si fue el 5 o 6 de octubre, encontraron al chico muerto de una sobredosis. Me acuerdo clarito que mi vecina lloraba desconsoladamente y la casa se le llenó de gente dándole el pésame”.
“A los días del entierro, precisamente el 10 de octubre de 1998, yo estaba acostaba, ya me había quedado dormida, cuando de repente me desperté con escalofríos. Sentí que alguien se sentó en mi cama, yo quería abrir los ojos pero no podía, sentía mi cuerpo pesado y no me podía mover. Ahí mismo empezó a oler a hierba, el mismo olor que se respiraba cuando uno le pasaba al difunto por el lado”.
“Así pasaron como 10 minutos, hasta que se pararon  y pude abrir los ojos y levantarme. Salí corriendo a donde mi mamá. Ella me dio agua con azúcar y me dijo que rezara mucho, que esa seguro era el alma de finado que andaba por ahí todavía”.
“Antes de esa experiencia yo era una persona muy incrédula de todas esas cosas de fantasmas y espíritus. Pero desde ese día soy respetuosa de los muertos y me alejo de todo lo que tenga que ver con brujerías. Lo mejor es encomendarse siempre a Dios”, finalizó Gleyda.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

La muchacha y la maldición



“Hace 18 años estudiaba en el liceo Pedro García Leal. Yo era una muchacha tranquila y alegre, disfrutaba compartir con mi familia y amigos. Lamentablemente una travesura de la adolescencia me tuvo atormentada por cinco años”, cuenta Karen, habitante del municipio Valera.
“Todo comenzó cuando decidí ir a curiosear algo que iban a hacer mis amigas. Después de ese día me cayó una maldición encima. En cualquier momento, de cualquier día, de repente veía la sombra de un hombre y rompía en llanto. Mi familia estaba preocupada, nadie entendía que me pasaba, mucha gente dejó de pasar tiempo conmigo porque mis ataques de llanto eran incontrolables e incómodos. Fueron unos años terribles para mí”.
“Mis papás me llevaron a varios doctores, fuimos al neurólogo, oftalmólogo, internista, endocrinólogo y hasta a un psicólogo; pero ninguno daba con la causa de mi problema. Una vecina sugirió que visitáramos a un santero, fuimos y nos dijo lo que era evidente: que un espíritu malo me perseguía. Me mandó unas ramas y unos bebedizos, pero no tuvieron efecto”.
“Después de unos dos años ya estaba acostumbrada a ver la sombra del hombre, pero el llanto seguía siendo incontrolable. Tres años después Dios me envió la bendición de quedar embarazada, el día antes de tener a mi hija fue la última vez que vi  la sombra, después que tuve a la bebé en mis brazos todo fue felicidad”.
Karen confiesa que aquella vez que salió con sus amigas vio como ellas jugaban a la güija. “Supongo que eso atrajo al espíritu que me perseguía. Nunca más quiero tener nada que ver con ese tablero del diablo. Por andar de averiguadora ese día siento que viví 5 años en el infierno”, culmina su relato.