“Hace 18 años estudiaba en el
liceo Pedro García Leal. Yo era una muchacha tranquila y alegre, disfrutaba
compartir con mi familia y amigos. Lamentablemente una travesura de la
adolescencia me tuvo atormentada por cinco años”, cuenta Karen, habitante del
municipio Valera.
“Todo comenzó cuando decidí ir a
curiosear algo que iban a hacer mis amigas. Después de ese día me cayó una
maldición encima. En cualquier momento, de cualquier día, de repente veía la
sombra de un hombre y rompía en llanto. Mi familia estaba preocupada, nadie
entendía que me pasaba, mucha gente dejó de pasar tiempo conmigo porque mis
ataques de llanto eran incontrolables e incómodos. Fueron unos años terribles
para mí”.
“Mis papás me llevaron a varios
doctores, fuimos al neurólogo, oftalmólogo, internista, endocrinólogo y hasta a
un psicólogo; pero ninguno daba con la causa de mi problema. Una vecina sugirió
que visitáramos a un santero, fuimos y nos dijo lo que era evidente: que un
espíritu malo me perseguía. Me mandó unas ramas y unos bebedizos, pero no
tuvieron efecto”.
“Después de unos dos años ya
estaba acostumbrada a ver la sombra del hombre, pero el llanto seguía siendo
incontrolable. Tres años después Dios me envió la bendición de quedar
embarazada, el día antes de tener a mi hija fue la última vez que vi la sombra, después que tuve a la bebé en mis
brazos todo fue felicidad”.
Karen confiesa que aquella vez
que salió con sus amigas vio como ellas jugaban a la güija. “Supongo que eso
atrajo al espíritu que me perseguía. Nunca más quiero tener nada que ver con
ese tablero del diablo. Por andar de averiguadora ese día siento que viví 5 años
en el infierno”, culmina su relato.
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